Buenas tardes a todos,
El pasado 29 de octubre fue el Día Mundial del Ictus, y en honor a ellos vamos a dedicar nuestra entrada de hoy a esta causa.
Muchos de vosotros ya conoceréis de qué estamos hablando porque, por desgracia, seguro que conocéis a alguien que lo haya sufrido. Para los demás, vamos con una pequeña introducción:
Denominamos ictus a un trastorno brusco de la circulación cerebral, que altera la función de una determinada región del cerebro.
Son trastornos que tienen en común su presentación brusca, que suelen afectar a personas ya mayores –aunque también pueden producirse en jóvenes– y que frecuentemente son la consecuencia final de la confluencia de una serie de circunstancias personales, ambientales, sociales, etc., a las que denominamos factores de riesgo.
Los términos accidente cerebrovascular, ataque cerebral o, menos frecuentemente, apoplejía son utilizados como sinónimos del término ictus.
El ictus, por lo tanto, puede producirse tanto por una disminución importante del flujo sanguíneo que recibe una parte de nuestro cerebro como por la hemorragia originada por la rotura de un vaso cerebral. En el primer caso hablamos de ictus isquémicos; son los más frecuentes (hasta el 85% del total) y su consecuencia final es el infarto cerebral: situación irreversible que lleva a la muerte a las células cerebrales afectadas por la falta de aporte de oxígeno y nutrientes transportados por la sangre. En el segundo caso nos referimos a ictus hemorrágicos; son menos frecuentes, pero su mortalidad es considerablemente mayor. Como contrapartida, los supervivientes de un ictus hemorrágico suelen presentar, a medio plazo, secuelas menos graves.
Aunque por su forma de presentación –súbita e inesperada– pudiera parecer que el ictus es una catástrofe imprevisible, en realidad –en la mayoría de los casos– no es así. El ictus es el resultado final de la acumulación de una serie de hábitos de estilo de vida y circunstancias personales poco saludables (factores de riesgo). Los vasos sanguíneos son el blanco de estas agresiones y, tras años de sufrir un daño continuado, expresan su queja final y rotunda: el ictus.
Y una vez aclarados estos conceptos, vamos a comentar cómo y por que afecta el ictus a más mujeres que hombres.
Las mujeres tienen una más alta tasa de mortalidad por ictus que los hombres. Seis de cada diez ictus se dan en mujeres, en buena medida debido a que ocurren a una edad más avanzada en su caso, cuando los ictus presentan un mayor peligro.
- Muchos de los principales factores de riesgo de ictus se dan con más frecuencia en mujeres o son específicos de las mujeres. En consecuencia, una de cada cinco mujeres corre el riesgo de sufrir un ictus, frente a uno de cada seis hombres. Asimismo, en el grupo de población de las mujeres de más de 85 años se da el índice más alto de episodios de ictus.
- Las mujeres presentan factores de riesgo de ictus elevados. Algunos factores de riesgo, como la diabetes, las migrañas con aura, la fibrilación auricular, la depresión y la hipertensión, se dan con más frecuencia en mujeres. Muchos otros factores de riesgo son específicos de las mujeres, como el embarazo, la preeclampsia, el uso de anticonceptivos orales (especialmente en el caso de mujeres con una alta presión sanguínea), los cambios hormonales, los tratamientos hormonales sustitutorios posteriores a la menopausia y la diabetes gestacional.
- Las mujeres tienden a sufrir efectos peores que los hombres después de un ictus. Las mujeres presentan un declive más severo de la función cognitiva, una más alta probabilidad de internamiento y un más alto riesgo de depresión como resultado de un ictus.
- Las mujeres que han sufrido un ictus reciben cuidados comparativamente peores en relación con los hombres y, en todo caso, insatisfactorios para sus necesidades sanitarias. Las mujeres tienden a recibir tratamientos de menor calidad que los hombres, pese a responder igual de positivamente.
- Mujeres y tipología de ictus. Algunos subtipos de ictus, como la trombosis venosa cerebral y la hemorragia subaracnoidea, son mucho más frecuentes en mujeres.
- Las mujeres en tanto que cuidadoras. La carga de los cuidados recae predominantemente en las mujeres, lo que constituye un factor importante en la relación entre las mujeres y el ictus. Estudios de investigación demuestran que la salud mental de las mujeres cuidadoras de esposos que han sufrido un trauma tal como un ictus se ve afectada como resultado de su actividad como cuidadoras, a menudo bajo la forma de depresión. Además, las mujeres que padecen depresión corren mayor riesgo de sufrir un ictus.
- Aislamiento y soledad. Las mujeres tienen más probabilidad de vivir solas o ser viudas antes de un ictus, son más a menudo internadas después de un ictus y presentan una recuperación más débil que los hombres después de un ictus.
- La educación acerca del ictus presenta diferencias de género. A pesar de que las mujeres por lo general son más conocedoras que los hombres de los síntomas y los tratamientos de un ictus, las mujeres tardan más tiempo en acudir al hospital después de producirse un ictus y desconocen con mayor probabilidad la ventana de 4,5 horas para el tratamiento de un ictus.
El ictus se puede prevenir en buena medida a través de un estilo de vida saludable. Con todo, para vencer al ictus, las mujeres necesitan información específica, prácticas preventivas, asistencia médica de urgencia y continuada, así como apoyo a un nivel más amplio.
Hasta aquí nuestra entrada, esperamos que os haya sido de utilidad.
Saludos.
Fuentes:
http://www.worldstrokecampaign.org/
http://www.ictussen.org/